sábado, 18 de agosto de 2012

QUINTO MANIFIESTO




Por Charles Guignebert

III

EL LUGAR Y LA FECHA DE NACIMIENTO DE JESÚS
 
I. Nazaret o Belén

§ 1
     Lo que acabamos de decir respecto a la interpretación de Nazareno nos advierte desde el primer momento que el lugar del nacimiento de Jesús se encuentra en tela de juicio. También sin eso lo estaría, ya que nuestros Evangelios nos colocan frente a dos tradiciones contradictorias. Marcos no duda que Jesús naciera en Nazaret. Leemos en VI, I: “Y salió de allí y vino a su patria (είς τήν πατρίδα αΰτοϋ).” No se nombra la ciudad; pero no hay duda de que está situada en Galilea, ya que esta comarca es por la que circula Jesús en el momento en que se sitúa el episodio de su predicación en su patria: y, como sabemos por otra parte (I, 9) que es de Nazaret de donde Marcos le hace venir cuando va a ver al Bautista, dicha patria, ha de ser forzosamente Nazaret. El P. Lagrange ha tratado de invalidar esta comprobación, sosteniendo que la ciudad, el país, la patria (πατρίς), no es necesariamente el lugar de nacimiento de un hombre, sino tan solo el lugar de origen de sus padres y, en el caso presente, la localidad en que Jesús se crió. Así es, ciertamente, como Mateo y Lucas entienden que Nazaret pueda ser la patria de Jesús: vamos a ver cómo, de hecho, no pueden entenderlo de otro modo, y no existe el más ligero indicio de que Marcos pensase como ellos, antes que ellos. Por el contrario, todo nos lleva a creer que son ellos los que interpretaron la tradición de Marcos, que no podían rechazar, y quienes la pusieron de acuerdo con su propia manera de considerar la cuestión.

§ 2
     Uno y otro afirman que Jesús nació en Belén. Belén de Judea, dice Mateo, II, 1 (Вηθλεέν τής ‘Іουδαίας); la ciudazd de David, agrega Lucas, II, 4 (είς πόλιν Δαυείδ). Según el primer Evangelista, era allí donde vivían José y María antes del nacimiento del niño; según el tercero, allí es adonde van, desde Nazaret, para hacerse empadronar en el lugar de origen de su familia, en cumplimiento de la orden del emperador. El pueblecillo de que tratamos se encuentra todavía hoy a nueve kilómetros al sur de Jerusalén. No se puede negar la contradicción entre ambas tradiciones: Marcos cree que Jesús nació en Nazaret, Mateo y Lucas que nació en Belén de Judá, de la cual el profeta Miqueas había dicho (V, 1), como Mateo, II, 6, recuerda oportunamente: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente muy pequeña entre los príncipes de Judá, ya que de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo, Israel.” Esta predicción corresponde a la esperanza, largo tiempo mantenida entre los judíos, de una renovación de Israel por un davidiano inspirado por Yahvé.

§ 3
     Existía otra Belén, situado en el antiguo territorio de la tribu de Zabulón, a unos 11 kilómetros aproximadamente al norte de Nazaret. Se da cita en el libro de Josué (XIX, 15). Algunos críticos han considerado con simpatía la hipótesis de que hubiese producido una confusión entre dos pueblecillos de un mismo nombre, y que el más conocido de ambos, aquel que el profeta Miqueas había designado como la futura patria del Mesías, había suplantado al otro; pero que era en Belén de Nazar o Nesar  -así se llamaba el Belén galileo- donde había nacido Jesús. Esta sugestión no la confirma ningún texto ni tiene posibilidad ninguna de ser fundada. La tradición que ha fijado en Belén el nacimiento de Cristo, no tenía necesidad, para formarse, de un recuerdo histórico; solo apelaba a un texto profético, el de Miqueas, en el cual encontraba la mejor de las confirmaciones. Ya que Jesús era el Mesías anunciado por los Profetas, ¿no se imponía que justificase la predicción de Miqueas y viniese al mundo en Belén, en la ciudad de David? Esta necesidad autenticaba por sí sola el acontecimiento, sin que hubiese necesidad de otro testimonio.

§ 4
     No hay que olvidar que las historias de la infancia, que figuran en nuestros Evangelios de Mateo y de Lucas, tienen la misma procedencia y pertenecen a la misma familia que los relatos de los Evangelios apócrifos. Ahora bien, el Protoevangelio de Santiago, por ejemplo, o el Evangelio de Pseudos-Mateo, no vacilan en fijar en Jerusalén la morada de los padres de Jesús, antes de su nacimiento, porque necesitan el marco de dicha ciudad para colocar en él los comienzos de su maravillosa historia. Los hagiógrafos no tienen realmente en cuenta más que sus propias intenciones y siempre encuentran la manera de subordinarles los recuerdos más o menos verídicos de la tradición.

§ 5
     Ni la visita de los Magos, ni la aparición de la estrella milagrosa, ni la degollación de los Inocentes reposan sobre otro fundamento que la imaginación hagiográfica que ha combinado todo el relato. Es distracción de erudito tratar de descubrir sus fuentes y de aislar sus elementos, que no tienen relación ni con la historia verdadera de Jesús, ni con una tradición primitiva.

§ 6
     El nacimiento en el establo, la visita de los pastores, las manifestaciones angélicas, son otros tantos cuadros que nuestro Evangelista ha trazado brillantemente y cuyos elementos es posible encontrar, como se ha hecho con respecto a otras escenas de Mateo: pero que, como ellas, son del exclusivo dominio de la pura hagiografía sin contacto con la realidad.

§ 7
     La supervaloración cristológica que se señala en Pablo y en la literatura de Juan aleja rápidamente a los fieles de toda investigación sobre la infancia humana del “Salvador”, considerada cada vez más exclusivamente desde el ángulo escatológico. Y cuando, con los Apócrifos, tanto el Evangelio de la infancia, el Protoevangelio de Santiago, el Pseudos-Mateo, el  Evangelio de Tomás, la Historia de José el Carpintero, la piedad cristiana se encontró llevado de nuevo a considerar la infancia de Jesús, fue para encontrarla toda florida de maravillas singulares por las cuales se había afirmado el poder divino de Cristo desde el momento de su nacimiento hasta el del comienzo de su vida pública en Israel. No se tendía a restablecer o a completar hechos históricos: una colección de milagros extravagantes no se puede confundir con una crónica. En este caso no se trata sino de una especie de delirio hagiográfico, destinado a exaltar la fe de unos hombres crédulos y que atravesó varias crisis desde el siglo II al V; ya que los escritos que han hecho llegar hasta nosotros el testimonio de sus manifestaciones, si bien se remonta a veces en su forma primera a los últimos años del siglo II, nos ha llegado en un texto varias veces revisado, refundido y aumentado hasta los umbrales de la Edad Media.

§ 8
     Así, pues, si bien es cosa asegurada que Jesús no nació en Belén, como lo dicen Mateo y Lucas, no está probado que naciese en Nazaret, como creen Marcos y Juan. Todo lo que se puede decir es que no es materialmente imposible, ya que Nazaret estaba en Galilea y que la más antigua tradición no ha olvidado que Jesús procedía de Galilea; pero la conclusión que la prudencia crítica y la circunspección imponen, es que no sabemos nada acerca de ello, y, sin duda, jamás sobremos nada. A partir del momento en que se comprendió que debía haber nacido en Belén y, por otra parte, que el Nazareno quería decir “el hombre de Nazaret”, el nombre de su patria chica, que era ya indiferente y que hasta constituía un estorbo para la fe, no podía hacer otra cosa sino borrarse y desaparecer.

§ 9
     Diremos que Jesús nació en Galilea, sin tratar de precisar más. ¿En qué fecha? Esta es otra cuestión obscura, y muy discutida.



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