martes, 11 de diciembre de 2012

Ivonne Haza: paradigma del bel canto en la RD



DIÓGENES CÉSPEDES

El valor de Ivonne Haza como primera soprano de nuestro país no radica solamente en los detallados estudios que realizó en el Conservatorio de Música “Santa Cecilia” de Roma a partir de octubre de 1960 a junio de 1961 y de octubre de 1963 a junio de 1964, sino el esfuerzo ingente de concretar los conocimientos aprendidos con una práctica idéntica a esas teorías  e imponerlas con resultados cualitativos durante más de cincuenta años.

Esta conclusión se desprende de la lectura de la empática biografía autorizada de la artista escrita –arduo trabajo– por el Dr. Wilson Roberts con el título “Ivonne Haza. La diva dominicana” (SD: Banco Central, 2009, 332p.)

Los estudios detallados asignatura por asignatura (p. 51) deben haberlos realizados centenas de estudiantes que han pasado, hasta hoy, por las aulas de aquel Conservatorio. Pero, ¿cuántos de ellos han sobrepujado lo aprendido hasta el punto de trascender históricamente en su propio país o en el ámbito internacional como ha sido el caso de Ivonne Haza, quien ha actuado con éxito en las salas de los teatros del Caribe, Hispanoamérica, Estados Unidos y Europa? Ivonne logró la meta de trascender lo aprendido de sus profesores gracias a dos condiciones: disciplina (pp. 69-72) y una inteligencia creativa que le permitió autoanalizarse y discernir lo que hacía mal y transformarlo en valor.

El último peldaño de su carrera que le faltaba por ascender fue la difícil tarea de pasar del canto de arte a la adopción de los ritmos de la música popular dominicana que a veces oscila entre lo realista y lo simbólico sin llegar, por supuesto, al nivel del trabajo artístico del bel canto, pero comoquiera que sea constituye un elemento cultural formidable de cohesión e identidad social.

Nuestra soprano, contemporánea de tantas estrellas del “bel canto” a quienes admira  (Renata Tebaldi, Monserrat Caballé, Victoria de los Ángeles, los cuatro tenores) tuvo quizá en ellos motivos de inspiración para proponerse un descenso a la canción popular dominicana y cosechar el éxito que en esta materia le ha sonreído a nuestro Arístides Incháustegui. Quien más me viene a la mente es el ejemplo de Plácido Domingo cuando canta canciones mexicanas y boleros de varios compositores latinoamericanos o una de las bachatas sublimes de Juan Luis Guerra, “Frío, frío”. Los demás artistas clásicos han hecho lo propio con la música popular de su respectivo país.


 
Al regresar al país luego de su entrenamiento en Italia, no todo era tabla rasa o erial en materia del canto de arte. Había una tradición sostenida desde la creación de la Sinfónica Nacional y la Escuela de Bellas Artes con la ayuda de artistas republicanos españoles. Tradición de representaciones artísticas, canto de arte, ballets, conciertos, documentados por Arístides Incháutegui y Blanca Delgado Malagón en los dos volúmenes de “Vida musical en Santo Domingo” (1940-1999). O de exposiciones pictóricas y obras de teatro documentados por Cruzado, y Molinaza.

Incháustegui y Delgado resaltan (t. I, 397-99) la escenificación de la primera ópera transmitida por televisión en nuestro país, “Cavalleria rusticana”, de Pietro Mascagni el 1 de agosto de 1956, difundida por La Voz Dominicana con artistas dominicanos. Los papeles estelares recayeron en Violeta Stepehen como Santuzza, Napoleón Dhimes como Turiddu, Tony Curiel como Alfio, Ligia Monsanto como Lola y Luz Pichardo como Mamá Lucía.

Si aludo a este hecho es porque Ivonne Haza, a lo largo de su biografía no cesa de encomiar esta ópera del verismo italiano, de la cual encarnó, en la segunda representación en el país, el papel de Santuzza diez años después, abril de 1966, y también del 27 al 28 de mayo de 1989 en el mismo Palacio Radiotelevisor.

Esta adhesión al verismo italiano extendido a casi toda Europa a finales del siglo XIX es la que empalma mejor con las preocupaciones artísticas, sociales y políticas de Ivonne Haza, puesto que por tradición, desde mitad del aquel siglo, la familia Del Castillo ha dado muestras  de su apego al liberalismo, al positivismo armónico llegado con Hostos y ha luchado en contra de los regímenes despóticos entronizados en el país. Esta lucha la realza nuestra soprano en varios pasajes de su biografía. Ejemplo ella misma de su oposición al trujillismo, tal como lo relata en el libro (pp. 39-45), razón por la cual, luego de una entrevista con el dictador, su familia decidió sacarla del país en octubre de 1960. La entrevista con Trujillo fue una advertencia para que la joven Ivonne supiera que el dictador estaba al tanto de los pasos en que andaba. Quizá tuvo la mente perversa del dictador otro propósito oculto.

La soprano misma relata que dos tíos suyos, Jesús y Fernando del Castillo, pagaron con su vida su oposición a la dictadura trujillista (p. 39). Antes un pariente de Ivonne Haza, el poeta e historiador Manuel Rodríguez Objío, había perecido fusilado en 1871 por Buenaventura Báez durante la dictadura de los seis años y, otro, Luis C. del Castillo, había sufrido prisión y vejámenes por combatir la intervención norteamericana de 1916-24.

 Esa familia es también paradigma de servicio y magisterio a favor del país. Queda documentado, en el caso de Ivonne, la cantidad de conciertos, conferencias, fundadora de su propia escuela de canto de donde han salido estrellas como Angelita Carrasco, Sonia Silvestre, Maridalia Hernández, Fernando Villalona, José Lacay y Rhina Ramírez (entre otros, p. 95), o su labor de siete años como difusora de cultura musical por el país cuando ocupó el cargo de directora de la Unidad de Arte y Cultura de Codetel (1989-1997). O su labor cultural al frente del Teatro Nacional (1983-87). Para no ser demasiado prolijo, remito al cronológico de las actividades de nuestra soprano desde 1950 hasta 2007.

Si registráramos, sin repetir una sola, las interpretaciones artísticas realizadas por Ivnonne a lo largo del período de sus actividades profesionales luego de salir del Conservatorio  “Santa Cecilia”, habría que habilitar quizá unos treinta discos compactos, pero lamentablemente el desarrollo de la industria cultural y discográfica en el país va acorde con el escaso desarrollo de nuestras fuerzas productivas que traen aparejada una forma-Estado autoritaria, clientelar y patrimonial creadoras de enormes desigualdades económicas, democráticas, culturales y egoísmos empedernidos. Esto explica que, con enormes sacrificios, donaciones y colaboraciones de devotos y amigos de su arte, Ivonne nos haya podido legar, hasta ahora, solamente cuatro discos compactos titulados “Entrega”, con el conjunto de cámara Ars Nova, “Sueños, con Amaury Sánchez como director musical y arreglista, “Joyas de Navidad”, con Ars Nova, y “Homenaje a la canción dominicana, vol. I, con Ramón Díaz al piano.


 
Al Archivo General de la Nación toca recoger la restante producción artística de Ivonne Haza del Castillo como forma de preservar esa voz que ya es patrimonio definitivo de la sociedad dominicana.

Su gran pasión, como muchos creerán, no es el canto –afirma ella–, sino sus hijos y sus nietos, y con temple de mujer inteligente se arriesgó socialmente a pagar el precio de un divorcio. Quizá la fortaleza del arte y el amor a lo que es para ella la familia la ayudaron a sobrevivir.

Ha recibido de la sociedad dominicana y de varios países extranjeros todas las distinciones a que se puede aspirar como artista. Para concluir, suyas son estas palabras escritas  por Roberts: “No le desagradan las loas, los diplomas, las órdenes internacionales o nacionales, pero Ivonne disfruta, por encima de todo cantarle a la vida, cantarle al amor. Ella insiste en afirmar, ‘el canto no es mi pasión’, los hechos indican lo contrario.» (p. 244)

El artista vive del aplauso del público, acto puramente social, pero disfruta más el reconocimiento de los grandes, si se es también grande, pues los grandes se reconocen entre sí y son quienes fijan los valores. 












Violencia intrafamiliar. Un enfoque socio-cultural


Vulnerabilidad y agresión en la historia dominicana*
DIÓGENES CÉSPEDES
Asistimos esta noche al acto de circulación de una nueva obra del Dr. Lino Romero, esta vez con el título “Violencia intrafamiliar. Un enfoque socio-cultural. Vulnerabilidad y agresión en la historia dominicana”.[1]
Definición: psiquis, socio-cultura e historia
Fuera de los estudios sobre el tema emprendidos por organizaciones no gubernamentales u organismos oficiales, el trabajo del Dr. Romero es de los poquísimos, si no el único, de los realizados por especialistas de la salud mental, es decir, sicólogos, siquiatras o sicoanalistas, pues aunque dicho tema puede ser abordado por sociólogos, juristas y antropólogos, la primera disciplina que debe explicar el problema de la violencia en sentido general o específico, como este caso de la violencia intrafamiliar en nuestro país, son las disciplinas que estudian lo que se ha llamado la psiquis o “alma humana”, la cual no es otra cosa que el cuerpo mismo.
El tema de la violencia, y la específica, no puede ser estudiado unilateralmente, sino a partir de los enfoques multidisciplinarios, en razón de su complejidad, pero pasa primero, el estudio de dicho tema, por la subjetividad, o sea, el estudio particular de un sujeto único y contradictorio, sentado en el consultorio del especialista.
Esto es así debido a que los autores de tratados sobre la violencia general o particular –los sicólogos, los siquiatras y los sicoanalistas– concluyen en que solo el sujeto adulto es responsable de sus propios actos y no los demás ni el mundo, aunque los demás y el mundo pueden convertirse en activadores o detonantes de conductas violentas por parte de un sujeto específico, pero siempre serán eso, actividades, y en última instancia estará el sujeto como único responsable de las consecuencias de sus actos violentos o de la transformación de su conducta. De ahí que el libro del Dr. Romero tenga dos subtemas: 1) un enfoque socio-cultural y 2) vulnerabilidad y agresión en la historia dominicana.
Estos dos subtemas, el primero sociológico y cultural y el último histórico, empalman como estudios multidisciplinarios del problema de la violencia intrafamiliar que nuestro distinguido autor va a estudiar en su libro a partir del análisis de conductas de sujetos muy particulares.
Existe algo en lo que los especialistas que he citado anteriormente no se ponen de acuerdo: las causas, orígenes o historia de la violencia y, en el caso que nos ocupa, su variante, la violencia intrafamiliar o doméstica.
Esta disparidad de criterios puede afectar el resultado del estudio particular de un sujeto violento que llega al consultorio, pero el especialista estará siempre obligado a vérselas con una sola persona que ha cometido actos violentos, ya sea dentro o fuera del hogar.
¿Por qué los seres humanos somos violentos, incluido hasta el más pacífico de todos?
El Dr. Romero intenta en su obra aportar una explicación del problema y para eso ha recurrido a los grandes maestros: la violencia es una conducta aprendida en el hogar (Dollard y sus socios de Yale University, p. 24).
En los seres humanos debe existir –y esto es una conjetura que hago– un gen de la violencia, al igual que existe, ante un peligro inminente, un mecanismo de defensa en los demás animales que no hablan, y que llaman instinto. Algún día el estudio del genoma humano aislará este gen, que debería funcionar igualmente como máquina de guerra unas veces o como mecanismo de defensa ante un peligro inminente, tal como funciona en la zoología.
Pero en los animales que hablan, que somos todos nosotros, gracias al lenguaje, a la historia y la cultura, hemos aprendido a controlar ese gen abstracto pero que se vuelve real cada vez que reaccionamos con violencia ante un peligro o utilizamos la violencia dentro o fuera del hogar sin que haya motivo ni peligro para eso.
Entonces, si no hay motivo ni peligro para ser violentos, ¿por qué ejercemos la violencia dentro o fuera del hogar?
Procede tal violencia, y su control o no, de la personalidad con la que venimos al mundo y que, dicen los especialistas, se forma entre los tres y los siete años de la niñez, según nos hayan criado nuestros padres en el hogar en ese espacio de tiempo.
Todo lo que seremos a partir de esa edad nos ha sido transmitido, discursiva y prácticamente en el cerebro, por nuestros padres. A esa transmisión es a lo que los sicólogos Eric Berne[2] y Stephen Karpman[3] le llaman, el primero programación emocional o guión de vida; y el segundo, en su teoría del triángulo dramático, el perseguidor, el salvador y la víctima. Después de ese lavado cerebral de los padres, cada niño viene al mundo con uno de estos seis tipos de personalidad establecidos por Taibi Kahler[4]: trabajólica, reactiva, persistente, soñadora, rebelde o promotora. Pero una de las seis personalidades será la dominante y las cinco restantes estarán subordinadas a la primera en un orden jerárquico que solo el especialista determinará en el consultorio cuando estudie a cada sujeto específico.  Es bueno aclarar que el concepto de guión de  vida de Berne rompe con la falsa creencia de que nuestros actos en este mundo están regidos por el destino. Pero el destino es una creencia acomodaticia que nos permite liberarnos de la responsabilidad de nuestros actos y achacárselos a Dios o a cualquier otra fuerza invisible y superior a nosotros mismos.
La programación emocional o guión de vida que cada niño ha recibido de sus padres en el lapso de tres a siete años consiste en un sistema de creencias irracionales y pensamientos automáticos que el sujeto se forma acerca de sí mismo, de los demás y del mundo y entonces actúa basado en las conversaciones mentales que él sostiene en torno a tales creencias irracionales y pensamientos automáticos, los cuales son para el sujeto verdades inconmovibles.
Las creencias irracionales y los pensamientos automáticos, teorizados por el sicólogo norteamericano Lynn Clark[5] son falsos, aunque la mente del sujeto los procese como verdaderos y conducen a dicho sujeto a actuar de forma violenta cuando otros sujetos no actúan de acuerdo a esas creencias y pensamientos automáticos irracionales y a la voluntad que el sujeto intenta imponerse a sí mismo, a los demás y al mundo y cuya moral retorcida y rígida se la ha formado entonces el sujeto violento con los famosos tres deberes (yo dedo, tú debes, él deben, es decir que yo, usted y el mundo debemos ser como yo quiero y en el momento en que yo quiero).
A la menor contradicción, ese sujeto violento, de moral rígida y retorcida completada con los famosos “deberes”  y los cinco conectores calientes teorizados por el Dr. Lynn Clark, es decir, 1. Condenar y maldecir; 2. No-lo puedo-soportar-ismo; 3. Catastrofismo: 4. No valgo nada: y, 5. Siempre o Nunca, desencadena en el hombre o la mujer que los padece la ansiedad, la ira, la depresión, la furia, la cólera y la búsqueda de venganza en razón de la baja tolerancia a la frustración y la baja autoestima que él o ella recibieron durante el período de tres a siete años cuando los padres le formaron la personalidad. A estos tres “deberes” y “los cinco conectores calientes” se les unen, para crear el arquetipo de sujeto violento, las once creencias y conversaciones mentales irracionales explicadas por el Dr. Lynn Clark en su libro “Ayuda con las emociones” (www.sosprogram,com, pp. 123-132).
2. Las primeras leyes en contra de la violencia intrafamiliar
A estos tres deberes, cinco conexiones calientes y once creencias y conversaciones mentales irracionales se les añaden varios “problemas emocionales secundarios” que agravan la situación del sujeto violento, pero que tanto para la persona violenta como para la que la sufre, el especialista, sea el Dr. Romero u otro de igual competencia, sabe cómo librar al paciente que padece estos traumas y cómo debe comenzar una vida sana sin violencia. Pero ningún sujeto, sin excepción, ya sea que cause la violencia o la padezca, se libra de estos problemas que le fueron inculcados en la infancia, si no va a la consulta con el especialista en busca de la ayuda profesional adecuada.
De acuerdo a los seis tipos de personalidad con la que cada quien es formado en el hogar a la edad de tres a siete años, ¿cuál de estas personalidades es la más proclive a aceptar  que la maltraten física y verbalmente? A la reactiva y a la soñadora, naturalmente. Pero debe repararse en lo siguiente: el maltrato puede provenir tanto del hombre como de la mujer, aunque mayoritariamente se da del hombre a la mujer, tal como lo explica el Dr. Romero más adelante. Y no es motivo de risa si un hombre se deja maltratar física y verbalmente por una mujer. Para poder explicar esta conducta, examínese primero la personalidad del hombre maltratado y luego cuál es su programación emocional o guión de vida y finalmente su relación con los cinco conectores calientes y las once creencias y conversaciones mentales irracionales y cómo son sus reacciones frente a los conectores calientes.
Se constata entonces que el hombre que se deja maltratar por una mujer es porque en su infancia fue maltratado en el hogar o fuera de este y creció, en razón de esta violencia, con una autoestima muy baja y cuando elige pareja siempre elige la opción incorrecta, es decir, la persona maltratadora que lleve los pantalones en la casa, como dice el lenguaje machista. Hay un 20% de hombres reactivos, muchos de ellos maltratados en la infancia y que adoptaron de adulto esa conducta proclive al maltrato debido a la violencia recibida en el hogar. Eligen a mujeres fuertes, rebeldes, trabajólicas, que resuelvan todo, que sean protectoras. El tipo de hombre que busca ser gobernado por la mujer está simbolizado por el caricaturista Harold Priego con los personajes de “Doña Mármara y su inofensivo esposo Don Chichí” que se publica en el Listín Diario. Ambos son figuras del “hombre mamito” y la “mujer fuerte y dominadora” y representan dos problemas sicopatológicos distintos, temas que los artistas logran entrever en la sociedad y que la mayoría de los sujetos no es capaz de ver. La figura de Don Chichí, al dibujo, es pequeña, miope, flaca, obediente, apocada e ingenua; la de Doña Mármara, alta, gruesa, dominadora, poseedora de la razón, cínica y desvalorizadora del pobre esposo
El propio Dr. Romero expone en varios capítulos de “Violencia intrafamiliar. Un enfoque socio-cultural” múltiples ejemplos de discursos de pacientes suyos que experimentaron en carne viva los efectos de la violencia doméstica de parte de padres, hermanos, tíos, vecinos y parejas, así como relatos de víctimas de tal furia que no salieron con vida de su relación con sujetos violentos. La razón vital por la que víctima y victimario deben acudir en ayuda del profesional radica en que el sujeto violento niega categóricamente que lo sea, sino que es, aduce él, la víctima quien tiene la culpa o, si no, la sociedad o el mundo. Y, como se sabe, existen víctimas de la violencia que creen que se merecen tal castigo, según sea la personalidad y el guión de vida con que vinieron a este mundo.
El Dr. Romero estructuró su obra en 23 capítulos. Contiene, como toda obra científica, los reconocimientos, la dedicatoria, la interpretación de la portada y la contraportada, así como la introducción, donde se explican los objetivos del libro, la historia del tema y el tratamiento por otros autores. Al final, por supuesto, la conclusión, y las recomendaciones, que apuntan a las instituciones autorizadas por la ley a adoptar las decisiones que resuelvan el problema estudiado en el libro, es decir, la violencia intrafamiliar. En el epílogo el autor trata brevemente el subtema anunciado en la portada: vulnerabilidad, agresión y violencia en la historia dominicana y culmina con la bibliografía utilizada en la investigación.
De la obra del Dr. Romero me enfocaré únicamente en los capítulos y los aspectos más sobresalientes, a fin de que los asistentes que adquieran esta obra salgan persuadidos de que encontrarán en sus páginas una guía para actuar, reconocer e identificar la violencia doméstica y sus, a veces, sutiles e inconscientes manifestaciones.
Objeto único de la obra, en el capítulo 1 se define la violencia intrafamiliar, se traza su  concepto a partir de 1939 hasta hoy y luego desde la Antigüedad a nuestros días. Dice el Dr. Romero que hasta 1939 la agresión se consideró “como un instinto natural tanto del ser humano como de las especies animales”, pero luego de la publicación del libro “Frustración y agresión” por Dollard y otros sicólogos, se concluyó en que “la agresión era un comportamiento aprendido” (p. 24). Por esa razón expuse más arriba, a partir de varios sicólogos, los mecanismos de semejante aprendizaje (Kahler, Berne, Karpman y Clark). Pero resulta interesante, como lo muestra el Dr. Romero, que la emperatriz Teodora (505-558), de Bizancio, dictara en el siglo VI d.C., leyes de protección a las mujeres abusadas cuyas penas castigaban con la muerte “a los violadores y secuestradores de mujeres, ya fueran estas de la clase alta o esclavas. También castigaba con la pena de muerte a las personas que obligaban a las menores a prostituirse.” (p. 28)
Como se sabe históricamente, a la muerte de  Teodosio 379-395, el Imperio Romano, se dividió en dos para que los gobernaran los dos hijos del monarca fallecido, a saber el de Occidente con su capital en Roma gobernado por Honorio y el de Oriente, con su capital en Bizancio, gobernado por Arcadio, ciudad que cuando ascendió al trono Constantino I el Grande, este le cambió el nombre por el de Constantinopla, en honor suyo. Los emperadores que desde el año 330 d.C., gobernaron el Sacro Imperio Romano de Oriente eran descendientes de romanos. Antes de dividir en dos el Imperio, ya antes Dioclesiano (284-305) lo había dividido en una tetrarquía. La disolución del Imperio Romano había comenzado y no se detendría hasta su conquista y destrucción en 476 por los germanos. En cambio, el Imperio Romano de Oriente duró mil años. ¿Por qué? ¿Se fundó, a partir de un nuevo modelo de acumulación, una nueva sociedad?
Pero como todo el territorio que correspondía al vasto Imperio Romano de Oriente eran de etnias asiáticas y norafricanas, así como de culturas muy diferentes a las del Sacro Imperio Romano de Occidente, cuya caída fue en el 476, el cristianismo y el derecho adoptados en Oriente fueron muy distintos a los de Roma. Esto explica que la legislación a favor de las mujeres por Teodora, emperatriz y esposa de Justiniano fuera radicalmente contraria a la legislación romana donde el esposo podía matar a su mujer o a sus hijos o venderles como esclavos. Y esa diferencia cultural explica también que el primer gran cisma religioso (867) que dividió al catolicismo romano se produjera en el Imperio de Oriente con el patriarca Focio a la cabeza, quien volvió a gobernar su iglesia en 877. Este imperio de Oriente duró mil años y vino a sucumbir en 1453, derrotado por los turcos, lo que marcó el fin de la Edad Media y el comienzo de la Era Moderna, la cual se inicia, dicen unos con Cromwell y otros con la Revolución Francesa.
Violencia intrafamiliar en los indios antes de Colón. ¿Política y violencia de género o doméstica?
Mientras haya sociedades patriarcales y machistas, se debe proceder como lo hizo Teodora, pues en tales sociedades, asegura el Dr. Romero, “generalmente la violencia intrafamiliar ocurre más frecuentemente [porque] los hombres habitualmente son educados y crecen para ser agresivos y violentos. Por eso a menudo se convierten en abusadores que maltratan a su compañera, y en ocasiones a sus hijos e hijas.” (p. 29)  A lo cual añade el autor que en nuestras sociedades patriarcales “las mujeres se educan para ser pasivas, comprensivas y tolerar los abusos y maltratos que les propina su cónyuge.” (Ibíd.)
Si bien los indios que encontró el descubridor Cristóbal Colón practicaban la violencia doméstica como lo confirman los cronistas, la llegada de los españoles agravó el problema a su máxima expresión, dice el Dr. Romero, pues marcó a los nativos con el fuego de la violencia ancestral codificada en la Biblia desde la muerte de Abel por su hermano Caín.
Y, también, dice el autor, que desde la Antigüedad, en Egipto, en las sociedades de las tribus norteamericanas, en los imperios inca y azteca, se practicaba la violencia intrafamiliar, como testimoniaron las investigaciones de arqueólogos que estudiaron los esqueletos de mujeres indígenas y encontraron fracturas en los cráneos y partes del cuerpo como prueba de dicha violencia doméstica, pues las investigaciones versaron sobre períodos en que en esas sociedades no hubo guerras.
Para el doctor Romero, en el caso de los taínos de nuestra isla, la violencia más evidente era la de enterrar en la misma tumba y vivas a las mujeres del cacique que moría o cuando este, vivo, ofrecía a sus huéspedes sus mujeres para que disfrutaran sexualmente de ellas sin su consentimiento.
De este capítulo 1 deseo resaltar lo siguiente: en la página 117, línea 11 aparece la expresión “violencia de género”. Se trata de un error que se le pasó al suscrito como corrector de estilo. Debí corregir y poner “violencia doméstica o intrafamiliar”. Por una sencilla razón: la Real Academia Española les ha aclarado a todos sus miembros,  y a los que somos correspondientes, que solamente los sustantivos tienen, gramaticalmente, género. Es decir, que los sustantivos o son del género masculino o son del género femenino. Pero las personas no tienen género, sino sexo. Por esa razón las autoridades dominicanas que emiten los pasaportes y la cédula de identidad y electoral colocan en una casilla correspondiente del documento la palabra Sexo, y no Género, cuando desean saber la identidad sexual del portador de dicho documento oficial.
El otro punto de vista reside en que las feministas y algunas cientistas sociales afirman que cuando hablan o escriben acerca de la “violencia de género” o de “política de género” tienen la razón con respecto a lo pautado por la Real Academia en 2011 y que ya antes Henri Meschonnic[6] había, primero que la Corporación de Madrid, afirmado que era un error confundir el sujeto gramatical con la biología sexual, confusión, pese al semantismo de la noción o concepto de la expresión “violencia o política de género”, pues según sus defensoras la palabra “género” no tiene nada que ver con el sexo, pues el complejo semántico que ella implica como violencia tanto puede aplicarse a la mujer como al hombre, dentro o fuera del hogar, lo cual es muy discutible pues hay una relación dialéctica entre lenguaje, discurso e ideología y las palabras no son inocentes, pues vehiculan su propia ideología en el discurso. No hay convención lingüística en la elección de la palabra “género” en el discurso feminista, como no la hay en la lengua ni en el lenguaje ni en el discurso. Lo que hay es un acuerdo, local o internacional, para adoptar ese término. Se trata de una acción política o histórica (semiótica) expresada discursivamente en una palabra, a la que se le atribuye un núcleo conceptual susceptible de vehicular una ideología que puede incluso perjudicar al propio sujeto femenino que la defiende.
También es un error, por la misma razón, hablar o escribir “política o violencia de género”, en vez de hablar o escribir “política sexual o violencia sexual, doméstica o intrafamiliar”, como titula el Dr. Romero, con esta última expresión, su obra llamada a causar un impacto bienhechor en la sociedad dominicana. ¿Por qué los periodistas, los escritores y el común siguen hablando de violencia de género o política de género?  Por incultura y sobre todo por una presión o violencia ideológica de parte de los discursos feministas que confunden el género gramatical con la biología sexual. Pero esta confusión desaparecerá poco a poco cuando los intelectuales y los especialistas convenzan a la sociedad de que no le conviene políticamente esa confusión, la cual el libro del Dr. Romero ha comenzado a desbancar.
En el capítulo 2, el punto importante es el rol de los padres en el esquema de la interacción familiar en la sociedad y la cultura, cual es el de, en esa jerarquía de valores, según el Dr. Romero: amar, nutrir, cuidar, proteger y educar a los hijos, aunque todo Estado, dice el autor, “tiene la responsabilidad de facilitar los recursos indispensables para que la familia pueda llenar satisfactoriamente estas funciones [y] (de este modo la familia pueda cumplir adecuadamente con la educación doméstica y el Estado con la educación formal).” (p. 37)
En el capítulo 3, lo importante es un debate filológico acerca de la aparición y evolución de la palabra feminicidio. El vocablo aparece en 1976, según el Dr. Romero, en una antología editada en los Estados Unidos por la Dra. Carol Orlock, y finalmente publicada en 1992 con el título de Femicidio, como contraparte del término homicidio. De modo que el término femicidio apareció rápidamente en México de la mano de la feminista y antropóloga Marcela Lagarde, “quien inició un efectivo movimiento contra el Femicidio en México. Fue posteriormente en un evento feminista celebrado en Chile cuando se decidió que cada país latinoamericano usara el término que más se aviniera con su historia y su cultura, ya fuera femicidio o feminicidio.
El Dr. Romero afirma, con razón, que en nuestro país se eligió socialmente el término feminicidio. Mi explicación como lingüista es la siguiente: Aunque la elección de feminicidio atenta contra la ley lingüística del menor esfuerzo, quienes impusieron socialmente el término no apostaron a esta ley, que casi siempre es la que triunfa, sino a la de eufonía y claridad raigal, pues aunque se pronuncia la sílaba “ni” demás, femicidio no nos deja distinguir la raíz “fem”, que viene del latín culto “fémina” (mujer, pues este vocablo en latín vulgar se dice mulier), muy asentado en la cultura de lengua española con el adjetivo-sustantivo “femenino”, el cual ha sido igualado silábicamente (ley de la igualación vocálica) con la “i” de “femi” más la sílaba sufijal “ni”, la cual se une al otro sufijo culto “cidio” del verbo “occidere”, de origen incierto= (herir en latín y luego, por extensión metafórica, matar el marido a su mujer, muy tardíamente en español, pues el verbo de uso mayoritario para matar, asesinar, en latín era interficere).
De donde feminicidio viene a resultar, por medio de la difusión masiva de la cultura periodística dominicana, más claro semánticamente que femicidio. Y todavía más claro y eufónico que el culto y correcto “uxoricidio”, anticuado y extraño rítmicamente al oído, aunque sinónimo de feminicidio o femicidio. Pero siempre el hombre como matador de su mujer, casados o no, y hoy se designa ambigua y eufemísticamente con el sustantivo pareja). Y feminicidio cumple entonces con las leyes de adaptación y acogida de un neologismo por parte de los usuarios de nuestro idioma español.
4. ¿Cuándo tendrá un sujeto una explosión de violencia?
En el capítulo 4, titulado predictores de violencia, ya sea general o concreta como la intrafamiliar, se trata en efecto de si existen indicios que permitan predecir cuándo un sujeto tendrá una explosión de violencia.
Si se sigue el hilván del discurso del Dr. Romero y de los sicólogos que a través de investigaciones y libros han estudiado el tema (los doctores Monahan, Klassen y Stadman), nuestro autor parece identificarse con la posición de estos especialistas que consideran que “las previsiones clínicas deben hacerse a corto plazo porque conllevan relativamente un ‘alto riesgo’, puesto que un porcentaje de más o menos un 10% de estos pacientes pueden volverse violentos en cualquier momento y de los casos estudiados en muchas estadísticas un 30% de los pacientes se consideran peligrosos, lo que da lugar a un gran número de previsiones positivas falsas.” El período de estudio no debe pasar de los seis mes y los sicólogos McNeill y Vinder realizaron acerca de este tema “estudios más precisos y fueron confirmados por [ellos] en el 2007.” (P. 48).
Si uno estudia a fondo el tipo de personalidad de un sujeto, si conoce bien cuáles son los conectores calientes que le disparan el gatillo de la ira y capta cuáles son las once creencias y conversaciones mentales irracionales, los problemas emocionales secundarios y las conductas y consecuencias que causan en cada sujeto, se puede predecir con un alto margen de seguridad  una explosión de violencia.  En la sicopatología cotidiana, el cuerdero es un tipo que sabe cómo provocar que a otro sujeto se le dispare el gatillo de la violencia o que con la activación de un conector caliente se le dispare la ansiedad, la cólera, la ira y la depresión a alguien que tiene baja tolerancia a la frustración y baja autoestima personal.
Y los sicólogos, los siquiatras y los sicoanalistas como el Dr. Romero saben que existen trastornos siquiátricos que producen rápidamente violencia intrafamiliar. Nuestro autor cita estos trastornos, entre los cuales estudia brevemente “los trastornos antisociales de personalidad, el trastorno de personalidad limítrofe, los trastornos orgánicos de personalidad, los trastornos bipolares, los casos de sicosis breves, la violencia vinculada al paciente esquizofrénico” y, por último, otros casos como los de sujetos afectados por trastornos sicopáticos o trastornos antisociales de la personalidad, muy proclives a cometer violencia intrafamiliar.
Estos sujetos pertenecen al grupo de los trastornos sicopáticos o trastornos antisociales de la personalidad y acusan “problemas de impulsividad e incontrolable agresión que manifiesta[n] en grado superlativo” (p. 50). A este grupo pertenecen los jóvenes “que provienen de ambientes u hogares caracterizados por falta de integridad familiar, ausencia de control social, falta de desarrollo debido a educación deficiente, hacimiento, desempleo” y otras carencias, pero en ellos es preferible la expresión de “amenazas, maltrato a los animales, ideas suicidas, deserción escolar [y] desempleo”, pues se estima en general como un logro deseable y positivo del individuo que los realiza porque puede predecirse su violencia y controlarla.
Pero si a estos cinco factores se les suman “violar las leyes (poder), promiscuidad, desobediencia, indisciplina escolar y desafío a la autoridad”, con toda seguridad que estos adolescentes, si no fueron corregidos durante la niñez, “desembocarán en actos delictivos y violencia de todo tipo cuando lleguen a adultos” (p. 51). ¿Se enteraron quiénes fueron y de dónde procedían los matadores del joven músico José Carlos Hernández?
Finalmente, el Dr. Romero discute y problematiza en este capítulo las causas de la violencia intrafamiliar. El las divide en sicológicas, sociales y biológicas. Las primeras son de la responsabilidad absoluta del sujeto y vienen con su programación emocional o guión de vida (personalidad formada entre los tres y los siete años y está en el inconsciente); las sociales son el ambiente como factor que activa o detona el problema, pero no la causa primaria, la cual reside en una conducta aprendida en el hogar; y, las biológicas, muy bien discutidas por el Dr. Romero, y son las que nos formulamos en término de hipótesis: si se descubriera, aislara y estudiara científicamente el gen de la violencia que debe existir en el genoma humano, de seguro ayudaría a modificar la hasta ahora todopoderosa causa de la programación emocional o guión de vida, los conectores calientes y las once creencias y conversaciones mentales irracionales. Y si no existe tal gen, nos quedamos donde estamos, pero el Dr. Romero le ha puesto particular importancia a la investigación de los últimos decenios acerca de los neurotransmisores, los electroencefalogramas y los factores epidemiológicos. Algo se olerá nuestro autor.
Si se descubriera en el futuro próximo un gen de la violencia en el genoma humano, la responsabilidad quizá ya no recaería totalmente en el sujeto, en su programación emocional o guión de vida (la responsabilidad de los padres), sino que habría que estudiar cómo controlar y modificar para bien del sujeto mismo, su familia y la sociedad, tal carácter violento y agresivo. Las películas de ciencia ficción sobre historias de creación de monstruos han tratado de plantearse, en el ámbito del poder político, el control de la violencia y de los sujetos violentos, pero la solución que aportan son siempre la muerte de la “bestia”.
En el capítulo 5, el Dr. Romero estudio los factores que pueden incrementar la violencia intrafamiliar. El autor no habla de causas, sino de factores, pues ha afirmado antes que la causa de la violencia está en el sujeto mismo.
Estos factores activan o detonan la violencia que ya está en la programación emocional del sujeto. Ellos son los traumas severos (cerebrales), la farmacodependencia, el alcoholismo, las armas de fuego y armas blancas en manos de este tipo de sujeto, y en caso de violencia infantil, la interacción malsana entre niños, padres y medio ambiente.
“El abuso infantil de un niño puede convertirle en adulto agresor”, concluye el Dr. Romero. No abundo en la ampliación de estos factores, pues son muy visibles y comprensibles para todos, aunque hay uno, el alcoholismo, que es un poderoso generador de violencia intrafamiliar, y el alcohólico, al igual que el abusador de su mujer y sus hijos, tiende a negar que sea alcohólico y muchas veces encuentra apoyo en un miembro de la familia, lo cual duplica los efectos de la violencia que desencadena.
En el capítulo 6, el Dr. Romero realiza un estudio sicoanalítico de un cuadro pintado por Yoryi Morel en 1978. El lienzo se titula “Paisaje campesino”, pero el autor lo denomina “Violencia sutil”. A partir de los conocimientos del libro hasta el capítulo 5, podemos disfrutar y entender  la sicología de la cultura campesina y su destino cuando se agotan las fuentes nutricias del campo: emigrar a la ciudad donde la mujer se emplea como sirvienta en una casa de familia y el marido queda desempleado o ejerce de sereno o guachimán o se engancha a  miembro de las Fuerzas Armadas o la Policía, en el mejor de los casos, pero ambos viven en los barrios marginados o al borde de unos de los ríos que circundan la Capital. Los roles se invierten, y de casi esclava que era la mujer en el campo, ahora pasa a disfrutar de mejor alimentación, vestido y calzado y un salario que muchas veces supera al del marido. Imaginen ahora cuáles serán las consecuencias de ese desequilibrio en la mentalidad de un hombre machista como ese campesino que ha sido expulsado del campo y ha sido forzado a emigrar a la ciudad.
No voy a contarles la película, pues prefiero que sea la lectura sicoanalítica del Dr. Romero la que les guíe al desciframiento del final de la historia.
5. Rivalidad y abusos entre hermanos alentados por uno de los padres
En el capítulo 7, titulado “Padres irresponsables”, paso por alto el tema, pues a lo largo de esta presentación se ha visto la responsabilidad de los padres en la formación de la programación emocional o guión de vida del niño y de esta última depende que en la edad adulta los hijos sean sanos o sicópatas. Debe leerse con detenimiento el punto sobre la rivalidad y abusos entre hermanos, la cual es alentada a menudo, irresponsablemente, uno de los padres, pero el Dr. Romero aporta la solución acerca de cómo debe tratarse sana y adecuadamente ese problema.
En un apartado anterior el Dr. Romero habló de la sociedad patriarcal como la responsable del machismo y este de la violencia intrafamiliar, tema retomado en el capítulo 8 desde la perspectiva sicoanalítica y socio-cultural. El autor entra en el análisis de los estadios de cambios para los hombres abusivos y concluye con las siguientes palabras: “los hombres abusadores no se presentan necesariamente como tales fuera del seno familiar. De hecho, muchos proyectan una imagen de cariño, ternura y comprensión hacia su pareja. Por esa falsa imagen proyectada son admirados y respetados en su comunidad y su lugar de trabajo, ya que su inflexibilidad y su comportamiento de maltrato solo ocurren en la intimidad del hogar contra la mujer y, a veces, contra sus hijos.” (p. 117).
En el capítulo 9 hay algo que casi todo el mundo, a partir de Freud conoce: que el sadismo y el masoquismo son fenómenos complementarios, es decir que uno no existe sin el otro. Pero lo que realmente debemos interiorizar de esta sicopatología es lo siguiente, tal como lo expone el Dr. Romero: “Los sentimientos infantiles de abandono y rechazo por los padres crean sentimientos de rebelión’, así como odio y resentimiento. [Pues son partes de la programación emocional, DC]. El masoquista se defiende de estos sentimientos y de la necesidad de castración, pero ‘simbólicamente se castra él mismo y así evita ‘ser castrado por otros’. El sádico, por su parte, se identifica simbólicamente con el agresor, y de esta manera inconscientemente cree que él es el castrador y no el castrado. En la práctica clínica encontramos múltiples ejemplos de mujeres que son ‘sádicamente maltratadas’, abandonan a su cónyuge y vuelven a la relación malsana creyendo que el abusador ha cambiado o cambiará, sin reconocer que su problema está basado en la psico-dinámica de la psicopatología que aquí explicamos. Esta es la respuesta a la pregunta de ¿por qué tantas mujeres maltratadas por su cónyuge supuestamente olvidan el maltrato, le creen que él se va a regenerar al oír que él le pide perdón por sus abusos, para poco tiempo después volver a sus viejas conductas de maltrato? En realidad, debido a su psicopatología el individuo no puede cambiar a menos que sea tratado psicoterapéuticamente.” (p. 121) Esto que dice el Dr. Romero es para nunca olvidar.
Una guía para detectar al abusador o violador intrafamiliar es lo que ofrece la obra en el capítulo 10. Si usted está involucrado o involucrada en una relación con una persona que tenga estos 15 comportamientos es motivo de harta preocupación para su vida: 1) Pobre control de los impulsos, 2) baja autoestima, 3) egoísta, 4) narcisista, 5)siempre necesita del tiempo suyo y nunca le corresponde a usted, 6) pocas habilidades sociales, 7) dificultad en establecer relaciones interpersonales ya sean sexuales o sociales, 8) es un alcohólico o drogadicto, 9) tiene historia de haber sido abusivo (física, verbal y sexualmente como joven o adulto), 10) tiene historia de enfermedad mental, 11) es persona dependiente de otras y es incapaz de mantenerse por sí sola (financiera y emocionalmente), 12) tiene comportamiento antisocial (no cree en las reglas de la sociedad y tiene sus propias reglas que le permiten acomodar inadecuadamente sus deseos y defectos), 13) necesita sentirse en control de todas las actividades familiares y ser el mandamás en todas las relaciones sociales, 14) es persona agresiva, temeraria y desconsiderada, 15) está preocupada con el sexo todo el tiempo. Requiere de su pareja actividades sexuales todo el tiempo. Es una persona verdaderamente preocupada por el sexo. Cuando no lo obtiene de su pareja por estar ausente, se masturba compulsivamente.
En este capítulo hay dos puntos cruciales para la vida sana: 1) Los padres deben aceptar a sus hijos tal como son; y 2) El respeto mutuo entre padres e hijos es prueba de una vida sana en cualquier hogar.
En el capítulo 11, se abunda un poco acerca de lo que el Dr. Romero estudió cuando trató el tema de la relación sadomasoquista, o sea, por qué seleccionan las mujeres a los abusadores para sus relaciones íntimas (p. 130).
El capítulo 12 trata del homicidio en niños y jóvenes. Está muy relacionado con la experiencia del Dr. Romero en los Estados Unidos. Pero el tema y su tratamiento es de interés para la sociedad dominicana porque en los últimos ocho años se ha desatado una fiebre inusitada de crímenes entre niños y adolescentes y en algo ha de servir a los padres dominicanos el desarrollo que de ese problema realiza el Dr. Romero. De todos modos, es importante leer las posiciones de dos grandes sicólogos norteamericanos sobre el tema (El Dr. Wittman y sus socios, en página 138, y la del Dr. Douglas Sargent en la página 139). El propio Dr. Romero concluye en que “desafortunadamente, hasta ahora no hay ninguna solución para las diferentes controversias [sobre el homicidio en niños y jóvenes] y no la habrá hasta que se encuentre un sentido unitario de lo que el término ‘causa’ significa cuando se aplica al comportamiento humano.” (p. 136)
Otro problema, tratado en el capítulo 12, el de la violación de niños, es de interés capital para la sociedad dominicana, pues en los últimos ocho años hemos asistido a una inédita ola de violaciones sexuales de niños, incluso de recién nacidos, que muchas veces terminan en infanticidios, como si fuera imposible no dejar huellas de tanta atrocidad humana. Como la prensa dominicana pasa en esta época por un amarillismo sangriento debido a la cultura frívola o “light” que se ha enseñoreado del país, el sensacionalismo es responsable de que la sociedad dominicana conozca muchas de estas violaciones a niños y adolescentes, las cuales se mantenían en el más hermético secreto familiar o en un velo de misterio que encubría la realidad. Esta le ha dado una galleta sin mano a la sociedad que creía que esas cosas no sucedían y de ahí la tendencia a negarlas.
Pero el Dr. Romero nos explica cómo debemos entender ese fenómeno y cómo debemos encararlo: “El abuso sexual de los varones es un acto sexual que no puede ser ignorado. Sin embargo, es algo más que un acto sexual, porque si el adulto lo que quiere es utilizar a los niños para su propia satisfacción sexual, puede obtenerlo en otras circunstancias. También debemos señalar que en estos casos el abuso sexual es una ‘expresión de poder’, ‘deseo de control’ o un ‘acto de venganza’ que muchas veces por razones inconscientes son confundidos con un acto de amor, tal como se describe extensamente en los casos aquí tratados.” (p. 141).
En este capítulo se tratan dos casos de violación de niños: el de Jorge y el de Enrique, por parte de los padres, hermanos y un vecino. Pero en el capítulo 12, titulado “Incesto”, mucho más extenso dada la gravedad de este problema que ocupa hoy las páginas de la crónica roja de todos los periódicos cuando hasta hace poco era un dominio que ni el Ministerio de Salud Pública ni los profesionales de la salud mental de nuestro país se preocupaban de este tema, al decir del Dr. Romero.
6. ¿A qué edad comienza la práctica del incesto?
Para nuestro autor, la práctica del incesto comienza en niños de entre 6 y 12 años. Pero las crónicas rojas publican frecuentemente que los padres, madres, tíos y abuelos no respetan ni a los recién nacidos. Y muchas veces estos actos incestuosos terminan en pérdida de la vida de los infantes.
Según el Dr. Romero, los incestos son cometidos “casi siempre, en un 80 ó 90 por ciento, por padres con trastornos mentales y que nunca buscan ayuda profesional, ya que tienden a negar su psicopatología” (p. 153). ¿Cómo realizan el incesto?: “Habitualmente el agresor no utiliza la violencia para cometer el abuso, sino que el contacto sexual se realiza a través de la manipulación y de un comportamiento compulsivo de los adultos quienes tienen necesidades patológicas que no pueden satisfacer con la mujer en el hogar o con otra mujer adulta, en el caso de los hombres. En el caso de las madres, el problema es similar.
Lo monstruoso de esta conducta de la cual es únicamente responsable el violador, abusado a su vez durante la niñez, reside, según el Dr. Romero, en que “el contacto sexual se mantiene en secreto por muchos años ya que la víctima al ser menor [y carecer de fuerza para enfrentar al agresor, DC] tiene miedo a: 1) perder el amor y el apoyo de los padres, 2) miedo a que no le crean, y 3) a que se le castigue. Las víctimas del incesto temen ser expulsadas del hogar porque la patología parental determina que ellos han sido los responsables del abuso sexual debido a su capacidad seductora.” (p. 152).
Los padres irresponsables no saben el tremendo trauma que les causan a estos hijos abusados. Nuestro autor señala que tales niños en la adultez “tienen dificultad para interactuar en el contexto social, sexual, familiar y profesional. Entre los síntomas más frecuentes se encuentran la imposibilidad para interactuar con otras personas y un inmenso miedo a ser rechazados. Esto se debe a la baja autoestima que las lleva a establecer relaciones interpersonales indeseables. Además presentan frecuentemente síntomas orgánicos que carecen de una base específica como son dolores de cabeza, dolores musculares, tartamudeo, trastornos gastrointestinales y otros síntomas psicosomáticos.
También pueden presentar dificultad en conciliar el sueño y en ocasiones sufren de severos insomnios y pesadillas (…) Por las razones expuestas (…), muchas de estas víctimas al llegar a la adolescencia suspenden sus estudios, abandonan el hogar y comienzan a deambular sin rumbo fijo. En ocasiones se envuelven en situaciones peligrosas para su propia vida, como puede ser el uso de alcohol y drogas o involucrarse en bandas callejeras.” (Ibíd.)
Si esto nos parece poco para el infortunio de un niño, un adolescente o un joven que ha sido víctima de incesto por parte de uno de sus progenitores u otro familiar cercano, entonces habrá que buscar un nuevo nombre para el sufrimiento y el dolor.
El capítulo termina con tres puntos a los que hay que prestar mucha atención. 1) Cómo reconocer a las familias incestuosas, 2) Cómo comprender el abuso sexual en contra de los niños, y 3) los tipos de abuso sexual.
El capítulo 15 es un estudio de cuatro casos especiales de violencia en contra de la mujer y el 16 analiza los casos de peloteros dominicanos de Grandes Ligas o Ligas Menores que tanto en los Estados Unidos como en nuestro país han ejercido violencia en contra de mujeres que han pedido la vida. El Dr. Romero analiza los casos de César Cedeño, Fabio Gómez, Luis –Güigüí Lucas– Saint- Clair, Ambiórix Burgos Marte, Alfredo Simón, Manny Ramírez y Willy Aybar, opuestos en conducta a un David Ortiz, quien en una campaña de apoyo a la no violencia en contra de la mujer declaró que él “solo le pega a la pelota, jamás a una mujer”.
En el capítulo 17 se trata de dos casos excepcionales de violencia intrafamiliar. El primero, de una mujer de 34 años maltratada por el padre en el hogar y con la actitud sumisa de la madre, la niña creció con una tremenda baja autoestima, la cual, de adulta disfrazó de lo contrario y se convirtió en rescatadora de todo el mundo, conducta que casi la lleva a su perdición. Reflexionó a tiempo y asistió a la consulta y pudo rehacer su vida (pp. 185-91).
Y otro caso excepcional de violencia, pero desafortunado, fue el de una señora que tenía una venta de cerveza en su propia casa. Una noche del año 2003, en una bebentina con un compadre y unos amigos, este la mató enterrándole un machete en la vagina luego de haberla violado junto a los demás compañeros de juerga. Adivinen lo que hizo la justicia con los acusados.
El capítulo 18 se titula “Armas de fuego”, pero yo le añadiría “en manos de irresponsables, esquizofrénicos y violentos”.
En manos de los irresponsables, las armas de fuego cortas, largas o blancas, y a veces de guerra, son las responsables de centenares de muertes en el país. Y se obtienen en el país al precio que usted quiera. Oficialmente basta con un Formulario 25 o una tarjeta de presentación de altos oficiales de las Fuerzas Armadas donde se diga que usted es “un amigo leal e incondicional” de los cuerpos armados  y de la Policía Nacional para que ande usted orondo con un arma de fuego, símbolo del machismo, del poder y de la ideología clientelar y patrimonialista que ha impedido la existencia en nuestro país de un Estado nacional verdadero.
Existe en el país una ley de control y prevención del porte y tenencia de armas de fuego y municiones (la 36 del Gobierno de García Godoy 1965, promulgada con la finalidad de recuperar las armas en manos de los participantes en la guerra patria de abril,  cuya drasticidad vino a redundar en beneficio de Balaguer, designado presidente por Lyndon Johnson, mandatario imperial de los Estados Unidos, pero no se cumple ni siquiera con la publicación de la Resolución 02-06 del hoy Ministerio de Interior y Policía. Y como expresa el Dr. Romero,  la ley que no se cumple permite realizar lo que prohíbe.
Esa permisividad es la responsable de que una parte del monopolio de la violencia de la caricatura de Estado que nos gastamos esté hoy en manos de particulares que van desde los narcotraficantes, los  lavadores  de activos, los delincuentes grandes y pequeños y hasta particulares de las clases media y baja que se permiten el lujo de contratar a sicarios del bajo mundo para realizar ajustes de cuenta con enemigos o con sujetos con los cuales han tenido problemas personales. Es decir, que desde hace unos ocho años existe en nuestro país un sector, todavía pequeño, que ha decidido hacerse justicia con sus propias manos. ¡Tremendo peligro para la sociedad!, pero comprensible en un país donde no hay un Estado nacional verdadero, sino una vasta federación de clientes y políticos patrimonialistas, integrada por habitantes de lo que Américo Lugo llama “porción de humanidad” para referirse al pueblo dominicano, incapaz, hasta hoy, de construir un Estado nacional.
7. USA y RD: La violencia intrafamiliar está en todas las clases sociales
En el capítulo 19 el Dr. Romero realiza un breve estudio comparativo entre la violencia en los Estados Unidos y nuestro país. Lo más importante que se debe retener es que la nación del Norte es el país más violento del mundo. No sé si el nuestro está cerca de disputarle ese título.
Luego, el segundo aspecto importante es que en nuestro país, al igual que en Norteamérica, se creyó siempre que la violencia intrafamiliar era un caso que solamente ocurría en las clases bajas. Las investigaciones científicas en los dos países han establecido que la violencia doméstica ocurre en todas las clases sociales. Pero sucede que en las altas y medias altas, la violencia intrafamiliar se queda en el armario por las razones siguientes, según el Dr. Romero: “En esta última clase social, [la oligárquico-burguesa, pero también en la media alta, DC] las mujeres eran renuentes a revelar los maltratos conyugales por miedo a: 1) la ‘vergüenza social’, 2) dañar la carrera de su esposo, y 3) producir daños a sus hijos. Por esa ‘renuencia social’, la mayor referencia bibliográfica acerca de la violencia intrafamiliar procede de estudios realizados a familias pertenecientes a las clases socioeconómicas bajas, ya que estas familias son más accesibles a las agencias gubernamentales y comunitarias, así como a los centros de investigación universitarios.” (p. 202)
Pero otra razón poderosa es que por cuestiones de vecindad, hacinamiento e igualación de todos en la pobreza, en las clases bajas nadie guarda secretos y todo se sabe. Las clases pobres ventilan en el patio de la vecindad todos sus problemas y no se avergüenzan de hacerlo. Esa es la mejor terapia para los pobres.
De que existe una gran violencia intrafamiliar entre los hogares del frente oligárquico-burgués y la pequeña burguesía alta, no hay duda, pero por el enorme poder económico, político y el prestigio social de que gozan sus miembros, los problemas de violencia doméstica se resuelven de otra manera: con puestos diplomáticos en el exterior, con becas en universidades extranjeras, con labores sociales en organizaciones o instituciones prestigiosas para las damas y señoritas abusadas, con el establecimientos de boutiques, joyerías o comercios lucrativos para los miembros abusados, y en casos extremos con la entrada a la curia eclesiástica en calidad de monjas o sacerdotes, amén de otras vías secretas conocidas históricamente por la clase alta para librarse de esos problemas, como el amancebamiento de lujo.
Lo que difícilmente se produce en los casos de violencia intrafamiliar entre los miembros del frente oligárquico es el asesinato o el divorcio. Hay demasiado millones de pesos, dólares y bienes raíces envueltos en esos matrimonios endogámicos o de conveniencia para que se produzca una tragedia de ese tipo.
Además, si se produjera, quedaría sepultada en las profundidades secretas de esa misma clase, pues esta no tolera los escándalos públicos por perjudiciales a sus empresas y a la división de las fortunas por causa de divorcio.
El oligarca y el burgués tienen los medios a su alcance para ahogar el escándalo en su propio seno. Vigilan con los medios económicos, políticos, sociales y mediáticos o con el pago a detectives privados o públicos, con la intervención de teléfonos o con micrófonos ocultos, la conducta de la esposa y los hijos. Si se produjera una infidelidad conyugal de parte de la esposa, esta queda apartada y confinada a determinados roles codificados en el mundo empresarial y social y, a no dudarlo, con un porciento elevado de probabilidades, ya antes el esposo se habría buscado a una amante.
Cada cual continúa su vida sin necesidad de partir bienes, pues eso atentaría contra la estabilidad de las empresas familiares.  A veces, los hijos de oligarcas que tienen personalidad rebelde, se casan con parejas de clase social más baja. Estas parejas sufren mucho, sobre todo si son mujeres, pues son marginadas y quedan reducidas a una soledad espantosa y se ven inclinadas a refugiarse, casi siempre, en el alcohol, las drogas o los juegos.
Luego de un divorcio, si se produce, la repartición de los bienes acumulados por la familia oligárquico-burguesa solamente beneficia a la mujer, quien devendría radicalmente independiente por primera vez en su vida. Y en segundo lugar, a los hijos, que gozarían de un estatuto más libertario e independiente. Pero ahí están los ideólogos, juristas y sacerdotes para persuadir “por las buenas” a la esposa, a quien según ellos no le conviene divorciarse a causa de la vergüenza social. Si la mujer insiste en el divorcio y la repartición de los bienes acumulados por la pareja dentro del matrimonio, pueden ocurrir dos situaciones, 1) que haya amenazas de muerte en su contra, y 2) que el poder familiar de la esposa sea tan grande que el marido se vea forzado a divorciarse y acogerse, jurídicamente, al reparto de las riquezas acumuladas, lo cual significaría, si no su ruina, al menos la disminución o merma de los dividendos de su ahora disminuidas empresas y de su prestigio y poder social.
En cambio, en las clases bajas la gente se mata por otros motivos (pasionales, brujería, deudas, afrenta al honor), pues herencia no hay que repartir. En la clase media se suscitan de vez en cuando alguna que otra tragedia, pero como sus miembros aspiran a ascender e imitar a los burgueses y oligarcas, tratan a toda costa de evitar los asesinatos de parejas o el divorcio, aunque a veces no se logre y el escándalo salpique la prensa. El oligarca controla la prensa. No hay nada más que decir.
Cuando estuvo centrada en el campesinado, la narrativa dominicana se llenó de casos de asesinatos y violencia por causas pasionales, deudas, juego, brujería, supersticiones, afrenta al honor y otras ideologías precapitalistas. Hay muchos cuentos de Juan Bosch con estos temas. Estos ejemplos bastan para cubrirlos: “La mujer”, “El resguardo”, “La pulpería”, “La pájara”, “El cuchillo”, “Cundito”, “La sangre”, “Lucero”, “San Andrés”, “La negación”, “La Nochebuena de Encarnación Mendoza”, “El indio Manuel Sicuri”, “Todo un hombre”, “Rosa”, “Rumbo al puerto de origen”, “La desgracia”, y “La muerte no se equivoca dos veces”.
Los artistas y escritores ven, antes que lo descubran los profesionales de la salud mental, el abismo antes de vivirlo, es decir, lo que de tenebroso y violento ocurre en la sociedad.
El Dr. Romero aborda en el capítulo 20 el tema del valor de divorciarse. La lección más importante que se puede sacar de esa sección es que el divorcio no tiene que ser un proceso doloroso donde las partes y los hijos, si los hay, queden destrozados y traumatizados para siempre.
Cierto es que tanto la religión, si es de Estado, y el Estado mismo, así como la sociedad en su conjunto, condenan el divorcio y castigan y discriminan a los divorciados, pero hacen todo lo que esté a su alcance para que las parejas no se divorcien. Estas instituciones prefieren que las parejas que tienen problemas insolubles vivan infelices toda la vida con tal de que no se divorcien. Esta política obedece a la estrategia mayor de estas instituciones: lograr, aunque solo sea una ficción, la unidad-verdad-totalidad del Estado, la Iglesia y la familia.
El Dr. Romero concluye con estas palabras: “Mi experiencia como psicoterapeuta es que el divorcio puede ser, y a menudo lo es, una experiencia plenamente liberadora y positiva.” (p. 305)
8. Los mitos más comunes de la violencia intrafamiliar
Para los pacientes que van al consultorio, el capítulo 21 se plantea, y da respuesta, a las preguntas más frecuentes en los casos de violencia intrafamiliar. Expuestas en el libro, todos los lectores tienen acceso a este conocimiento que de otra manera se hubiera quedado en el dominio de lo íntimo.
En el capítulo 22, el Dr. Romero estudia los once mitos más comunes acerca de la violencia intrafamiliar. Antes que nada, él define lo que es mito: “una historia o narración que falsamente alude a hechos significativos de un grupo social.” (p. 221)
Muy cierto, como historia o narración, el mito es un discurso que libera sentidos acerca de esos hechos que fueron, en el pasado, muy significativos para la comunidad que los asume. Pero no son discursos falsos, sino creencias que para los miembros de la comunidad funcionan como si fueran verdades. El rasgo pertinente de una creencia no es que sea falsa, sino que es una afirmación sin prueba. La ciencia o sus disciplinas afines no trabajan sin pruebas. Por esta razón, la creencia en mitos puede llevar a un sujeto o a una comunidad al desastre y raras veces a la salvación, al igual que los mitos sobre la violencia intrafamiliar, toda vez que un mito sin práctica es imposible. Un ejemplo: A finales del siglo XIX y principio del XX los intelectuales e ideólogos de Alemania crearon el mito de la superioridad racial de ese país frente a las demás naciones del mundo. Hitler llevó a los alemanes a la práctica de esa creencia y ambos desataron la Segunda Guerra Mundial y fueron al desastre. Hoy, Alemania, luego de la derrota de 1945 se ha forjado una superioridad industrial y tecnológica con respecto al resto de países de Europa. Ojalá que los alemanes hayan aprendido la lección del mito de la superioridad racial como creencia sin prueba.
Los indios taínos con sus mitos asumidos como creencias verdaderas, y los indios de lo que hoy es Norteamérica, los de los imperios maya, azteca e inca con los suyos, no pudieron salvar a su respectivo pueblo de la derrota total del colonizador español e inglés o portugués.
Claro, a los taínos del Caribe les exterminó totalmente el colonizador español, pero a las tribus de Norteamérica, a los incas, mayas y aztecas no les pudieron aniquilar totalmente dado lo dilatado de su territorio, incluso donde todavía a principio del siglo XX el hombre no había podido llegar a Machu Pichu. Esto salvó de la muerte total a aquellos indígenas que hoy pasan de decenas de millones, amén del reducido número de conquistadores españoles, ingleses o portugueses que no pudieron dominar aquellos vastos territorios y se limitaron a domeñar primero la geografía costera. 
Ofrezco, por orden jerárquico, los mitos más comunes sobre la violencia intrafamiliar que, según el Dr. Romero, circulan en esta y otras sociedad de nuestro planeta. El número 1): La violencia intrafamiliar solo ocurre en un pequeño número de mujeres; 2) La violencia intrafamiliar solamente ocurre lejos de nuestro hogar y de nuestros amigos y nunca en nuestro vecindario; 3) En las clases media y rica no existe la violencia intrafamiliar; 4) Las mujeres de algunas razas no son maltratadas; 5) Las mujeres abusadas no pueden dejar su hogar porque carecen de recursos para hacerlo; 6) Muchas mujeres se mantienen en la relación autodestructiva no porque disfrutan de ser abusadas y maltratadas, sino porque sufren de severos trastornos psicoemocionales y por lo tanto no tienen la capacidad mental requerida para tomar la decisión de abandonar la relación abusiva; 7) Las mujeres provocan a los hombres, y por eso ellas “se merecen” ser golpeadas y maltratadas, puesto que llevan al hombre a la desesperación y por eso el hombre abusa de ellas; 8) Es cierto que tanto los hombres como las mujeres deben ser responsables de sus propias acciones, pero la culpa debe ser colocada en la víctima del abuso físico, sexual, psicológico, es decir, en la mujer; 9) Las mujeres no salen de las relaciones con su pareja maltratadora porque no quieren; 10) La mujer que sale de la relación de maltrato en que la tiene su pareja abusadora no corre el riesgo de ser asesinada; y 11) Los hombres abusadores pueden cambiar fácilmente.
El Dr. Romero cumple con la tarea de situar la ideología y la política de estos mitos o  creencias y demuestra que benefician solamente al hombre abusador y violador hasta de sus propios hijos. Y, digo yo, ese beneficio individual, por vía de consecuencia, reproduce al infinito la sociedad patriarcal, clientelista y patrimonialista, al Estado y a las instituciones que lo auxilian en la tarea de garantizar el mantenimiento del orden en que se fundamenta el sistema social y su dominación de los sujetos.
En el capítulo 23 se encomia el trabajo realizado por la organización no gubernamental PROFAMILIA, dirigida por la socióloga Magaly Caram, entidad que llevó a cabo en 1999 la primera encuesta acerca de la violencia intrafamiliar en el país. Esto tiene un valor incalculable y un alcance a largo plazo que por ahora solo es medible en virtud de la creación del hoy Ministerio de la Mujer y la promulgación de algunas leyes de protección a los niños, adolescentes, embarazadas, envejecientes y mujeres abusadas. Sin que haya lugar a confusión, eso es mejor que nada, aunque se sepa que el Estado autoritario y machista que rige los destinos de esta “porción de humanidad” sea patriarcal, clientelista, patrimonialista y que su política será siempre instrumental cuando se trate de reconocer los derechos de los sujetos y de redistribuir entre ellos las riquezas producidas por esta “porción de humanidad”.
Dejo en manos de los presentes la labor la lectura de la conclusión y las recomendaciones con que termina el Dr. Romero su libro, deducibles, por supuesto, de la descripción que he dado de cada capítulo.
NOTAS AL FINAL
* Palabras de presentación del libro del Dr. Lino Romero Violencia intrafamiliar. Un enfoque socio-cultural. Vulnerabilidad y agresión en la historia dominicana. Jueves 6 de septiembre de 2012, Colegio Médico Dominicano, Santo Domingo.
Santo Domingo. Búho, 2012, 243 p.
Berne, Eric. Que-dites-vous après avoir dit bonjour? Paris? : Editions Tchou, 2010 y  Juegos en que participamos. La sicología de las relaciones humanas. Barcelona: Integral, 2006.
Karpman, Stephen. Véase la lista de sus obras en Wikipedia de Internet. Para entrar en contacto puramente introductorio  véase de Gill Edwards, « El triángulo dramático de Karpman. Cómo trascender los roles de perseguidor, salvador  o víctima ». Móstoles (Madrid) : Gaia, 2011.
Kahler, Taibi. The Process Therapy Model. The Six Personality Types with Adaptations. Kansas?: The Taiby Kahler Associations Inc., 2008.
Clark, Lynn.“SOS. Ayuda con las emociones” (www.sosprogram,com, pp. 123-132).
6. A partir del DSM-IV (Manual de Estadísticas y Trastornos Psiquiátricos), aceptado por la comunidad científica internacional, Taibi Kahler (“The Process Therapy Model”, pp. 255 y 114-16) designó los seis tipos de personalidad, que en el DSM-IV tenían un vocabulario muy técnico, con palabras del lenguaje común a fin de lograr un canal eficaz de comunicación entre terapeuta y paciente para evitar que este último adoptara máscaras. A la  personalidad histérica (Hysterical), corresponde la reactiva; a la obsesivo-compulsiva, la trabajólica (Thinker); a la esquizoide, la soñadora (Dreamer); a la pasivo-agresiva, la rebelde (Funster); a la paranoide, la persistente (Believer); y, a la manipuladora, la promotora (Doer). 









El método crítico de Giovanni di Pietro



Por Diógenes Céspedes
Siempre es un reto para un crítico escribir sobre otro crítico. Sobre todo si los dos críticos son amigos, como es el caso de Giovanni di Pietro y el mío.
Pero la tarea se nos facilita a ambos porque los dos sostenemos la idea, él, de que cuando uno publica un libro ya no le pertenece y la obra debe andar su propio camino y, yo, que no creo ni el elogio, ni en condena ni en silencio cuando se ejerce la crítica.
Vale decir que tanto Di Pietro como yo estamos curados de la enfermedad del amiguismo, del bombo mutuo, de la condena desaforada y tremendista o de guardar silencio ante una obra buena o una que al ser mala, el poder cultural la da por buena.
Una de las afirmaciones de Di Pietro que siempre me causó problema fue la que se encuentra en casi todos sus libros anteriores donde él negaba ser crítico literario. De mala gana ha aceptado en su última obra (“Otras lecturas. Más ensayos de literatura dominicana. 1989-2012”. San Juan de Puerto Rico: Unicornio, 2012) que ejerce la crítica literaria, se asume como crítico literario y deslinda su terreno con respecto a los demás críticos literarios.
Aunque por razones diferentes, la labor crítica de Di Pietro, desde su primer ensayo sobre novelas dominicanas el último libro, y la mía han recibido un rechazo masivo de parte los intelectuales criollos. Este rechazo me ha llevado a interrogarme por qué si Di Pietro y los intelectuales criollos tienen la misma teoría del signo, del lenguaje, de la historia, del Estado y de la literatura lo atacan por todos los flancos cuando él analiza textos literarios producidos por algunos de los escritores dominicanos, incluso si tales textos pertenecen a un pasado remoto, como lo es el siglo XIX o el siglo XX.
Creo haber encontrado un principio de respuesta: cuando Di Pietro analiza los textos literarios dominicanos, principalmente novelas del presente en que escribe, su método ecléctico le obliga a plantear una valoración positiva o negativa de la obra. ¿Por qué el enfado o el rechazo visceral? Porque los escritores dominicanos carecen de método de valoración literaria, salvo que no sea el del empirismo o el subjetivismo y juzga a partir de sus creencias, las cuales les conducen, por narcisismo, a creer que todo lo que sale de su pluma posee un valor literario.
Cuando el análisis que Di Pietro opera sobre los textos de esos escritores o de sus amigos no llena sus expectativas de sobrevaloración, se produce de inmediato el rechazo y la ira que termina en agresión verbal o descalificación por consideraciones extra literarias.
Es cierto que el método ecléctico de Di Pietro contiene los mismos conceptos extraliterarios del esteticismo o la estética (marxista, empirista, historicista o tradicional) de los discursos de sus adversarios. Veamos, si no, lo que dice Di Pietro acerca del método que emplea: “Esta metodología ‘práctica’, que conste, es muy arriesgada, pues quien la utiliza tiene que estar seguro de su asunto y no inventarse cosas que no aparecen en el texto. Requiere una lectura muy atenta, entrar dentro de la novela y, muchas  veces, en la misma mente de los protagonistas. Por eso, no es ningún método sociológico, del cual se me acusa. Implica psicología, historia, filosofía, lenguaje, o sea, todos los recursos que tengo a la mano para llegar a su mejor y más profundo entendimiento.” (p. 343)
De esa metodología práctica o método ecléctico asumido por Di Pietro, solo el lenguaje es un concepto literario. Hay otro concepto, no contemplado en esta cita, pero sí en múltiples pasajes del libro de Di Pietro, que es estrictamente literario: el contenido, al cual el autor de “Otras lecturas…” otorga una gran importancia. Yo diría que es un concepto literario de todos los métodos de análisis de textos que se fundan en la teoría del signo. Y ese concepto de contenido es inseparable del concepto de forma, aunque esté ausente o no del análisis literario de carácter binario. Incluso en la teoría lingüística del signo el concepto de contenido puede fácilmente conmutar con el de significado y entonces el significante jugará el mismo papel que el concepto de forma. Y la forma será equivalente al contenido o significado, pero siempre dentro del binarismo del signo. En la poética no ocurre esto, pues el concepto de sentido lo impide.
Entonces, lo que irrita a los detractores del método de Di Pietro es la valoración del contenido como rasgo pertinente de la obra a condición de que ese contenido esté simbólica y políticamente orientado a la construcción de una moral opuesta a la corrupción de la sociedad mantenida a través del clientelismo y el patrimonialismo de las clases que han gobernado a la sociedad dominicana desde 1844 hasta hoy. Si una de las obras que Di Pietro analiza en sus distintos libros no tiene esa orientación simbólica y política del contenido, carece de valor literario.
Me pregunto si no era esa misma orientación política que la crítica marxista de la literatura exigía a las obras literarias hasta la caída del socialismo en 1989. Para este tipo de método de análisis, la obra que no tuviera ese mensaje carecía de valor y era tipificada de reaccionaria y contrarrevolucionaria. Pero al discurso analítico de Pietro se le exige hoy que no fije el valor de una novela, un cuento, un poema o una pieza teatral basado en esta orientación simbólica y política del contenido. ¿O estoy irremisiblemente equivocado? ¿O la diferencia entre el análisis marxista del contenido y el análisis ecléctico del contenido que realiza Di Pietro se diferencian en que el primero es propaganda y el segundo, no? ¿O reivindican la sociología marxista o funcionalista de la  literatura y el método ecléctico de Di Pietro la trascendencia y lo universal como valor adicional de la obra literaria, además de la orientación simbólica y política del contenido?
El método sociológico marxista exigía del mensaje de la obra literaria un contenido moral, es decir una pedagogía del contexto con vista a crear conciencia de clase en los obreros y la clase media, mientras que el método sociológica funcionalista se perdía en las condiciones de producción de un texto y le huía como el diablo a la cruz al contenido moral de la obra y planteaba, en cambio, los valores trascendentales o lo universal. ¿Cuál es la diferencia con el discurso de Di Pietro cuando este plantea lo siguiente?: “Nadie lee nada sin buscar al mismo tiempo algún tipo de mensaje. Siempre hay un mensaje o, como a mí me gusta decir, una moraleja (…) No empleo la palabra ‘moraleja’ en vano, pues en lo más hondo de mi alma crítica, entiendo que la literatura tiene y ha tenido desde siempre un propósito pedagógico. Los grandes críticos, como Mathew Arnold, Francesco De Sanctis o Pedro Henríquez Ureña, por ejemplo, todos lo entendieron así. Entonces, ¿quién soy yo para ir en contra de tales luminarias?” (p. 360)
¿Y si esos tres críticos están equivocados? No habrá entonces ninguna pregunta que destruya esa afirmación, como propugnaba Bernard Groethuyen? ¿Puede durar entonces ese discurso tanto como el de los teóricos griegos que afirmaron que la literatura y las artes tenían un fin moral y pedagógico? ¿Durará ese discurso más tiempo que el de la concepción plana de la tierra y su inmovilidad o la no circulación de la sangre?
Me formulo estas preguntas porque la poética sostiene que la moral, la pedagogía, la psicología, la lingüística, el marxismo, el sicoanálisis, la historia y la filosofía con las cuales está constituido el método ecléctico son prácticas discursivas  o ideologías y que el sentido simbólico y político de una obra, para que sea valor literario, debe estar orientado en contra de esas  ideologías.
Pero Di Pietro sostiene que todos los métodos de análisis literarios son válidos: “Ha habido y sigue habiendo varias escuelas críticas. En tiempos pasados, estaban de moda algunos métodos, como por ejemplo, el marxista y el arquetípico. Aparecieron otros, cada uno pretendiendo ser el único válido. Pero yo siempre he sostenido que no existe ninguno que lo explico todo. Por consiguiente, hay muchos métodos y, según mi punto de vista, todos son válidos.” (p. 356)
Entonces si es así, según su eclecticismo, ningún método es verdadero. En esto concuerda con la poética, método que sostiene, sin embargo, en aras del concepto saussureano de negatividad, que los signos se distinguen por este rasgo y de signos, aunque no se confunde con ellos, está hecha toda obra literaria, aunque su valor reside en la infinitud de sus sentidos orientados política y rítmicamente en contra del sistema social y sus ideologías epocales. Si el método demuestra esto será más coherente que otros métodos que no hagan lo propio. Pero ser más coherente no quiere decir que tal método sea verdadero ni superior a los demás. Semejante lectura ayuda a los sujetos de esa sociedad a vivir y a ser sujetos, no a través de la moral o la pedagogía de la obra literaria, sino a través de la ética del texto, la cual hace de un sujeto un sujeto.
Y aunque el método ecléctico de Di Pietro se limita a lo moral y lo pedagógico del mensaje, el análisis de contenido donde los protagonistas simbolizan la patria o el pueblo, esto ayuda al vivir de los lectores cuando el crítico advierte una orientación política en contra de la corrupción, el clientelismo y el patrimonialismo que ha hundido a la sociedad dominicana, desde 1844 hasta hoy, en la injusticia, con la justicia politizada y la privatización de la política parte de los políticos como eje conductor de la república.
La validez de todos los métodos conduce, a mi juicio, a la indistinción. Cuando Di Pietro define a los demás métodos con respecto al suyo, pese a que afirma que ninguno es superior a los demás, si se le aplica un análisis epistemológico, se ve por los lexemas del discurso la peyoración de los demás métodos. Oigamos primero cómo define su método ecléctico: “¿Cuál es la crítica que practico? (…) Puedo sacar de la manga, entonces, el término que la describe: Crítica ecléctica. Como bien se sabe, este método crítico en (sic) ningún modo es considerado como académico. No se considera así por una sencilla razón: Porque sostiene lo que apenas acabo de decir, o sea, que todos los métodos son válidos, y no existe uno que sea más válido que los demás. ¿Qué hace el crítico ecléctico? Muy simple: Lee el texto y, para llegar a una determinada interpretación, echa mano de todos los métodos que conoce para extraer de él su máximo sentido. Realizada esta labor, como divulgador de ese sentido, expone sus hallazgos en ensayos y libros.” (Ibíd.) El eclecticismo es una variante de la hermenéutica: se funda en la interpretación, que teológica o no, remito al primado del contenido
Aunque Di Pietro considera que a esta definición del método ecléctico aplicado a un texto cualquiera, él le añade algo extra: “Sin embargo, a esto añadiría algo más que es particularmente mío. Y es que el crítico ecléctico no debería tomar con mucha seriedad los resultados de sus indagaciones. Que debería presentarlos como puros teoremas para que las personas que leen sus ensayos y libros tengan la libertad de aceptar o rechazar, en parte o totalmente, lo que afirma. O sea, que para ser coherente consigo mismo, debería estar dispuesto a olvidarse hasta de los mismos resultados de su método. Estos serían válidos sólo si, de alguna forma, el lector encontrara cierta utilidad en ellos.” (pp. 356-57) La utilidad era, junto con lo bello y lo bueno, la concepción pragmática e ideológica del arte y la literatura en Grecia y Roma.  
Según esta definición de Di Pietro, autor y lector deben olvidarse de la obra. Pero sucede que nadie se olvida de la obra. De ahí el acosa a Di Pietro por parte de sus detractores. El pacifismo del olvido tiende un velo de conformismo al lector. El minúsculo mundo de lectores y críticos que Di Pietro advierte en esta sociedad es sumamente activo, hiperactivo diría yo, y está a la caza de las opiniones de los críticos, sin importar el método que usen. Lo que esperan es lo que advierte Di Pietro: que se hable de la obra, no importa que sea bien o mal. Pero que se hable. Esto obedece, al menos en nuestra sociedad, a la infravaloración que Di Pietro advirtió en sus estudiantes de inglés. Lo mismo observé en los estudiantes de letras durante más de treinta años de docencia.
Leamos ahora la definición de Di Pietro sobre los demás métodos cuyo valor es igual idéntico al del eclecticismo. En su artículo “Breve defensa de la una crítica”, el autor se plantea una pregunta que sepulta a los demás métodos, aunque el suyo y los demás valgan por igual: ¿Cuál es la importancia de mi crítica dentro del ámbito de la literatura dominicana y el mismo campo de la crítica literaria como se practica en el país?” (p. 366)
Ahora solo resta leer cómo conceptúa Di Pietro cada tipo de crítica. Veamos el primero: “Yo no me hago ilusiones. Sé que la crítica literaria en la República Dominicana  se hace como crítica periodística, esencialmente, y como crítica teórica, en el mejor de los casos. La crítica periodística es una crítica amañada. Tiene mucho que ver con el amiguismo y las preferencias ideológicas. Si eres amigo, eres un gran novelista y haces cosas que rayan en lo sublime, muy cercanas al Quijote; si eres de mi partido político o trabajamos juntos en la misma oficina de relaciones públicas, no hay papelito que publiques que no sea pura destilación de las mismitas nueve Musas en Helicona.” (Ibíd.)
Hago una pausa y abro el abanico de los puntos de vista. Lo dicho por Di Pietro es cierto solamente para el comentario periodístico frívolo o light. Practicado en la cultura dominicana y a escala mundial gracias a la entronización del neoliberalismo y su teoría literaria y cultural de lo posmoderno y light. La gran tradición de crítica periodística que tuvo sus raíces en América Latina en el siglo XIX, por razones culturales y políticas, sigue vigente en el siglo actual. Darío y Pedro Henríquez Ureña son dos paradigmas, para no citar una centena de escritores que ejercieron esta labor de crítica periodística, heredada principalmente del modelo cultural francés exportado al ámbito europeo y latinoamericano. De manera que urge distinguir un tipo de crítica periodística light de otro tipo que se toma en serio ese asunto.

Para el segundo tipo de crítica conceptualizado por Di Pietro, él escribe con prevención, producto esta de una cultura universal que está en el ambiente de la teoría del signo, la cual consiste en devaluar la teoría, cualquiera que sea, en beneficio de lo práctico y utilitario. El teórico es un ser que no aterriza, vive en la luna, es un soñador; de él no se espera ningún resultado práctico que beneficie a su sociedad y a la humanidad. Ese es el núcleo discursivo que condena juntos al teórico y a la teoría.
¿Por qué esta desconfianza en la teoría? Más de dos mil años de pensamiento occidental la condenan irremisiblemente a través de la teoría del signo de griegos y romanos. Es, pues, algo aprendido culturalmente por los occidentales del siglo XXI. Incluso si grandes escritores y científicos han proclamado que la teoría es inseparable de la práctica, incluso que la teoría misma es una práctica, como lo escribió una vez Luis Althusser. O Marx y el marxismo posterior que se inventó luego de su muerte. El materialismo histórico y dialéctico no se cansó de pregonar que la teoría era inseparable de la práctica. ¿De dónde vino la desconfianza en ese  axioma? Vino de la única teoría del signo que ha reinado en Occidente durante más de dos mil años: la separación, distancia o abismo existente entre el signo y el objeto al que alude. Del lenguaje, esa separación, distancia o abismo pasó a la filosofía, a la historia, a la política y demás prácticas sociales vigentes desde la Antigüedad hasta nuestros días. Y esa teoría del signo funciona como un inconsciente en los sujetos. Y no importa que Saussure haya demostrado lo contrario al teorizar que el signo lingüístico está compuesto de dos elementos inseparables: el significante y el significado, y que este signo es radicalmente arbitrario y radicalmente histórico.
No, no importa. Los sujetos siguen repitiendo hasta el cansancio que hay una separación entre el signo y la cosa a la que alude. Incluso algunos llegan a asumir que no hay separación, pero tres líneas después de haber admitido esto, se contradicen.
Creo que la peyoración de la teoría por parte de Di Pietro le viene de este inconsciente. Por esta razón él dice del segundo tipo de crítica: “La crítica teórica es otro asunto, y la practican algunos de los más preparados críticos del país, como Diógenes Céspedes, Manuel Matos Moquete y José Alcántara Almánzar. Esta crítica está relacionada a veces con una determinad fase del desarrollo intelectual del mismo crítico. Alcántara Almánzar, por ejemplo, trabajó mucho la crítica marxista al principio; Céspedes se ha inclinado hacia las teorías  literarias de Meschonnic. El problema de este tipo de crítica es que a veces se hacen análisis sólo para comprobar la teoría, que es como poner la carreta antes que los bueyes. Sin embargo, es siempre valiosa, pues no se diluye en esas loas desmedidas y esos ditirambos estrafalarios que forman parte de la crítica periodística.” (Ibíd.)
Escribo en mi nombre. Matos Moquete y Alcántara Almánzar que escriban en el suyo. Para eso son sujetos. Pero digo y sostengo a partir de la irreductible unidad dialéctica entre significante y significado con dominancia del significante, pero sin anulación del significado que, siguiendo la definición del signo lingüístico de Saussure expuesta más arriba, la teoría y la práctica poseen igual funcionamiento que el signo definido por Saussure, puesto que teoría y práctica no pueden expresarse sino a través del discurso, donde se producen los sentidos organizados por la sintaxis ordenadora de esos signos.
No se trata, pues, de carreta delante de los bueyes, frase que agrava el desprecio la teoría, como lo proclama en Occidente la teoría y la política del signo. Y esta teoría y política del signo es la que los sujetos practican inconscientemente  cuando no han asumido la teoría del signo tal como la definió Saussure. Además analizar para comprobar si la teoría funciona en un texto es lo que debe hacer cualquier crítico a fin de constatar que el método y los conceptos de dicho método están bien empleados y que no hay problema epistemológico.
Y esta comprobación la realiza Di Pietro con su teoría ecléctica, como se verá luego de leer el tercer tipo de crítica existente en nuestra cultura: “¿cuál es el método crítico que ahora está más de moda? Es el semiótico, y eso todo el mundo sabe que es pura jerga indescifrable hasta para los mismos expertos que lo practican. Sostengo, pues que no hay que avergonzarse de hablar de protagonistas centrales y secundarios, de trama y subtramas, de ubicación en el espacio y el tiempo, géneros, tendencias, biografía del autor y tantas otras cosas que antes hacían de la lectura de la crítica un ejercicio placentero, como tomarse una buena taza de café o un vaso de vino y fumarse un puro.” (pp. 367-368)
¡Lástima grande es que Di Pietro, al describir los diferentes tipos de crítica vigentes en el país no analizara la teoría del signo y del lenguaje que sostienen esos discursos, inseparables de una teoría de la literatura, de lo político, de la historia, del Estado, del poder, de la traducción, del sujeto y del poema y del ritmo! Solo a través de la coherencia y la unidad dialéctica indefinida de estos conceptos se puede medir la grandeza o la miseria de esos discursos críticos dominicanos o de cualquier otro ámbito geográfico.
Léase ahora, con detenimiento, la propuesta de Di Pietro acerca de cómo analiza, con su método ecléctico, las obras literarias. Responde así a una pregunta que le formuló Manuel Mora Serrano en la entrevista que le hizo y que figura como anexo en la obra de Di Pietro: “Simple. Me fijo en los protagonistas, lo que hacen y lo que dicen. Me pregunto por qué lo hacen y por qué lo dicen. Después, voy mirando si ellos tienen alguna dimensión simbólica o metafórica; o sea, si representan algo en específico, un concepto, un ideal. Si es así, tengo la clave al (sic) sentido de la novela, pues el texto estaría dramatizando esas cosas a través de sus actuaciones [de los personajes]. La próxima fase es preguntarme cuál es la relación entre ese contenido y la sociedad o ambiente que la produjo. Esta no es una lectura sociológica de la novela, como algunos han dicho despectivamente: es una manera de justificar su existencia, su razón de ser. Porque si la obra no tiene una razón de ser, o no es buena o sólo se reduce a las fantasías personales del autor, las cuales son muchas veces poco recomendables. Tercera y última fase, es averiguar qué aporta esa obra a la literatura del país, y, más allá de eso, a la literatura universal. Esto es así porque ningún escritor, aunque lo pretenda, está escribiendo simplemente para su propio deleite (eso se llama onanismo literario, si lo practica), sino que siempre tiene en mente a su sociedad y, últimamente, a la humanidad, ya que pertenece a un país y al mundo.” (pp. 342-343)
Ahí, in extenso, el modo de operar del método ecléctico de Di Pietro cuando analiza obras literarias. Incluso ese método él lo aplica a ensayos literarios. Tengo la convicción que este método, como el de Roland Barthes o cualquier otro que se funde en la teoría del signo, solo funciona para textos de un “plural parsimonioso”, como denomina el crítico francés a las obras literarias que no sobrepujan el estadio de una pluralidad indefinida de sentidos, como los textos clásicos franceses de Balzac, Zola, Flaubert, Dickens, Tolstoi. En español diré que los textos clásicos serían los de Pérez Galdós y los autores del llamado nacionalismo literario. Para la cultura dominicana todo es texto clásico, desde Galván hasta hoy.  Por esta razón se explica que estas obras no planteen el reto que Barthes señala para las obras no clásicas cuyos “sistemas de sentido pueden apoderarse de este texto absolutamente plural, pero su número no se cierra nunca, al tener como medida el infinito del lenguaje.” (S/Z. México: Siglo XXI, 1980, p. 3) En cambio, los textos literarios dominicanos, a excepción quizá de los metafísicos, no poseen una infinitud de sentidos y en él “no puede haber estructura narrativa, gramática o lógica del relato; si en algún momento éstas dejan que nos acerquemos es en la medida (…) en que estamos frente a textos no totalmente plurales: textos cuyo plural es más o menos parsimonioso.” (Ibíd.) Que son los textos a los cuales se ha enfrentado Di Pietro en la novelística, la cuentística, el teatro y la poesía o el ensayo. Y no solo Di Pietro, sino todos los críticos dominicanos.
Pero no es lo mismo enfrentarse con el método ecléctico a textos como los cuentos fantásticos de Poe, el Ulises de James Joyce, En búsqueda del tiempo perdido, de Proust, los poemas metafísicos de William Blake, las elegías de Rilke, algunas novelas de los autores de la nueva novela francesa, a autores como Philippe Sollers en Leyes, o a poemas metafísicos de Borges o de Lezama Lima o a amplias zonas de Paradiso o, si se desea, al “Poema de la hija reintegrada”, de Moreno Jimenes y tipos de textos como ese que no dan cuenta de zona geográfica, tiempo, conflictos aparentemente no políticos o sociales y cuyos personajes son un yo que no se confunde con el pronombre personal, pero cuyo trabajo es una ética del sujeto en contra de las ideologías literarias de una época. ¿Cómo podría dar cuenta de la infinitud de sentidos un métodos tan binarios como el ecléctico, el sociológico marxista o funcionalista y el semiótico e, incluso, el paradigma de lo tradicional como es el método estilístico-estético? Es más fácil pisar el terreno de los textos de plural parsimonioso. No hay posibilidad de equivocarse.
Pero incluso, debido al rechazo de estos métodos, excepto el periodístico frívolo o light, la sociedad dominicana con sus lectores y sus críticos partidarios inconscientes de la teoría del signo, no está culturalmente y políticamente preparada para aceptar un tipo de crítica ecléctica como el de Di Pietro, y mucho menos un método como el semiótico que, aparte de las fallas señaladas por Di Pietro, no tienen pertinencia en cuanto al abordaje de la literatura, pues sus conceptos están adaptados para el análisis de las prácticas artísticas que no usan el lenguaje humano, tal como lo ha demostrado Émile Benveniste en su ensayo “Semiología de la lengua” y que los semióticos partidarios de la teoría metafísica del signo, consciente o inconscientemente, se niegan a aceptar, pues se les arruinaría el negocio del monopolio de su hermenéutica literaria. La no aceptación de una crítica como la de Di Pietro por escritores, intelectuales, críticos y lectores prueba que el estadio cultural en que se encuentran es el de la teoría inconsciente del signo.

Esos estudiantes de inglés o de letras fueron, en la época de los años 1980 en adelante, los futuros escritores y poetas dominicanos. El minúsculo mundo de los críticos, para los cuales Di Pietro no escribe, cree él ingenuamente, son los activadores sociales de la ira y el enfado social de los articulistas de periódicos digitales o físicos y de los remitentes de correos a través de la red. Tantos los articulistas, los críticos o los remitentes de correos electrónicos mantienen una clientela de admiradores en actitud levantisca en contra de críticos eclécticos como Di Pietro o como los que practican el método de la poética.
Pero como son sujetos que se han sumado al carro de lo posmoderno, de la cultura light y de los fastos del poder político, su estrategia política y literaria es reenviar correos tóxicos a través de las redes sociales o escribir artículos iracundos, llenos de denuncias y resentimiento social y de frustraciones al no haber podido realizar la gran obra literaria que se esperaba de ellos y que les catapultaría a la fama criolla e internacional. Esos críticos, cuyos partidos de izquierda pactaron con el poder, se han quedado aislados y añoran, con nostalgia, los regímenes de partido único al estilo Cuba, la Unión Soviética y los países del Este de Europa o Asia, cuya única teoría literaria es la de la literatura como reflejo de la lucha de clases.
Por esa razón cuando ven los resultados de la aplicación de métodos como el de Di Pietro o el de la poética que asignan un valor a determinadas obras literarias dominicanas, al comprobar que las suyas no aparecen, se vuelven rabiosos al quedar al desnudo su propia esterilidad. Hay que felicitarles calurosamente y exhortarles a que se pasen la vida reenviando mensajes por las redes sociales. Esos correos electrónicos y esos artículos en los medios son su obra maestra.
Mientras tanto, Di Pietro se conforma con explicarnos en su libro en qué consiste su método ecléctico y cómo lo aplica. Con ese método ha llevado al alcance de un segmento de la sociedad dominicana una valoración de los nuestros textos clásicos y modernos que no alcanzan la pluralidad infinita de sentidos, pero sí la pluralidad parsimoniosa. Lo realizado por Di Pietro a través de los libros donde ha mostrado esa valoración quizá ayude al lector, pese a su constatación de que en nuestro país ni los críticos leen, a contemplar la vida de otra manera y a forjarse una idea de los textos literarios dominicanos que realmente cuentan.
Mora Serrano lo advierte en una parte del prólogo al libro de Di Pietro: en Otras lecturas. Más ensayos de literatura dominicana, los autores fundamentales de textos parsimoniosos que poseen un valor son La enana Celania y otros cuentos, de Viriato Sención; Motivos para aborrecer a Picasso, de Diógenes Valdez; La pasión meditabunda, de Carlos Ardavín; Desconocidos en el parque, de Armando Almánzar, así como la novela de este autor titulada Un siglo de sombras; de León David, Antes del holocausto: fragmentos, máximas y apuntes acerca de la extinción del espíritu en la época moderna; y de Marcallé Abreu, No verán mis ojos esa horrida ciudad. Anoto que todas las novelas de Marcallé analizadas por Di Pietro en otros libros suyos son reconocidas como portadoras de un gran valor literario y las únicas que cumplen a cabalidad con las exigencias metodológicas del eclecticismo que practica nuestro crítico.
En el ámbito poético, Di Pietro valora como altamente positiva la calidad poética de La piara, de Pastor de Moya. Igualmente nuestro crítica encuentra un valor elevado a Manolo, novela de Edwin Disla, incluso muy por encima de su obra anterior, Dioses de cuello blanco. Y el único ensayo crítico que figura en la obra de Di Pietro está consagrado a Andrómaca, de Iván García, con el cual el crítico ejecuta un buen ejercicio que pienso deberían leer los que aspiran a convertirse en críticos de teatro, a fin de que constaten cómo abordar ese tipo de texto desde el punto de vista del método ecléctico.
Finaliza la lista de las obras analizadas con el ensayo de Manuel Núñez, Los días alcionios, y con la novela de Marcallé Abreu, La manipulación de los espejos, largo texto que cierra el libro de Di Pietro. A ambos libros le concede el crítico ecléctico el pase a la calidad de discurso ideológico-informativo y de novela, pues ambos se ajustan a los conceptos del método ecléctico que ha aplicado Di Pietro a través de las 303 páginas que conforman las obras ensayísticas y de ficción analizados en el libro.
A quienes deseen entrar en contacto con las otras obras que no califican en cuanto a valor literario como textos de plural parsimonioso, les exhorto a leer la obra de Pietro.
Y yo termino diciendo algo sobre la crítica y la amistad. La primera no tiene nada que ver con la segunda, con lo que suscribo la misma opinión que tiene Di Pietro sobre este tema. La amistad no puede convertirse en un velo que oculte el valor de la obra o sus fallas desde el punto de vista de los conceptos del método al cual se adscribe el analista. En una obra literaria, como en los demás discursos humanísticos y sociales, no hay verdad, sino sentidos  y puntos de vistas que hay que descubrir con el método y sus conceptos aplicados por el analista o el crítico. He dicho lo mismo que Di Pietro en este y en los demás libros que ha escrito con anterioridad.